de Julio Castellano y Oscar Gubiani
Les interesa trabajar libremente, con lo que se les viene a la mente, casi sin pensarlo, de manera inmediata y llenos de vitalidad en ejercicios de arrebato y “pasión”, de emociones que brotan del subconsciente; en un ejemplo de expresión libre y subjetiva, que va encontrando su ritmo regulador y su espacio pictórico en el uso del color, en el gesto, en la composición y en la forma, creando con esto una energía particularmente positiva y renovadora en el observador. Crean una identidad/concepto equivalentes a sus identidades individuales habituales; que camina a caballo entre la figuración y la abstracción, prestando mucha atención al proceso pictórico, y a la propia acción de pintar arte.
Castellano confiesa, “Cuando intuyo que he llegado al punto de “ebullición” interna máxima, de que puedo visualizar las sensaciones pictóricas que pretendo mostrar y me siento capaz de su ejecución, entonces, una vez ante la tela, procuro vaciar la mente de prejuicios y pinto con un máximo de espontaneidad; imágenes expresivas que van surgiendo en cierta manera de un “automatismo psíquico puro”, y por cuyo medio intento expresar el funcionamiento real de mi pensamiento sin la intervención reguladora de la razón y ajeno a toda preocupación estética. Dando así la bienvenida a lo accidental y explorando el azar y el “gesto” en el acto de pintar “.
Gubiani revela, “El motivo de la vegetación contorsionada por los viajes del trazo y la incidencia del grafismo, los dibujos con lápiz carbón en los que la vegetación del lugar es evocada y marcada con nerviosos trazos; en el trabajo de construcción de la obra me despojo de todo para atender a lo esencial. Lírica, ritmo, musicalidad, tenso equilibrio, me caracterizan dando rienda suelta a la energía del trazo, en una mezcla conmovedora de delicadeza y estallido…”