Comienza su carrera artística en la década del ´40 del siglo que pasó. Según relata, algunos escenarios montados en patios de viviendas de artistas fueron una escuela de oficio para actores y actrices, guionistas, directores y técnicos teatrales. Aquellas tablas, sin más telón que la elocuencia de los actores, forjaron la carrera de grandes figuras de nuestro teatro.
La notable actriz es un emergente de aquellos inicios. La emoción brota en su voz cuando ella evoca títulos de obras, lugares y personajes del arte dramático local. Su protagonismo en la escena local se reparte en partes iguales en los hemisferios del teatro independiente y el teatro oficial. El título de Reina Madre de las actrices cordobesas no le queda grande a Azucena Carmona.
Las dos comedias
Entre 220 aspirantes, Azucena fue seleccionada para formar parte del primer elenco de la Comedia Cordobesa, elenco oficial creado en 1958, que estaba integrado por 25 miembros. En 1959, interpreta a Sofía, protagonista principal en Locos de verano, de Gregorio de Laferrère. Con esa obra debuta el elenco estable, bajo la dirección de Eugenio Filipelli. Tras haber jalonado una destacada carrera actoral, Azucena Carmona se despide de la Comedia Cordobesa, en 2006, con Los figurantes, de José Sanchis Sinisterra.
Como es sabido, Azucena forma parte del primer elenco de la compañía estable, a la vez, proyecta su figura más allá del teatro oficial: se destaca en la Comedia Mediterránea, en el Teatro María Castaña y en el grupo La Vieja Guardia de Teatro Leído. Con una vida dedicada al escenario, maestra de grado y actriz, Azucena Carmona se define como una “hormiga del teatro” y promete abrazarlo hasta que ya no le dé la voz.
Gratitud
En 1999, Azucena Carmona recibió el Premio Podestá que entrega la Asociación Argentina de Actores en reconocimiento a la trayectoria; aquella vez, también lo recibieron Leonardo Favio, Virginia Lago y Luis Brandoni. Una sala del Teatro Real, en la ciudad de Córdoba, sede la Comedia Cordobesa, lleva su nombre.
La casa de Azucena Carmona tiene el aspecto de un departamento más en barrio General Paz. Desde afuera, es casi imposible imaginar el pasillo a cielo abierto que conduce a la casa de dos pisos en la que Azucena vivió gran parte de su vida y en la que crió a su único hijo. Con una memoria y una dicción envidiables, la longeva actriz de 89 años de edad dialoga con la Agencia Córdoba Cultura sentada en un sillón de su casa en el barrio que la albergó desde que vino a vivir a Córdoba Capital.
– ¿Cómo llegó a Córdoba?
– Vine a Córdoba en el año 1951, porque me dieron un empleo de maestra que me permitía estudiar el profesorado de Inglés. A decir la verdad, mi idea era hacer el profesorado de literatura pero en la escuela Alejandro Carbó, donde se dictaban los profesorados, sólo había turno mañana, como me habían nombrado profesora en una escuela de barrio Colón por la mañana entonces no podía hacerlo. Entonces, resolví ingresar en la escuela de Lenguas del Monserrat, que tenía turno tarde y terminaba a las nueve de la noche. Ingresé al primer año del profesorado de Inglés y me costó muchos años porque me enojé con ese idioma. Empecé a estudiar teatro y literatura, y así demoré como ocho años en recibirme.
– ¿Por qué comienza a estudiar teatro?
– Esta anécdota de mi vida representa cómo se abrió mi corazón para el teatro: estando en primer año de la carrera de Inglés, la profesora de literatura notó que yo leía muy bien en voz alta, por lo que a menudo me hacía leer para toda la clase. Un día, me dice: “¿A usted le gustaría trabajar en una manifestación de teatro leído? Es que usted lee muy bien y yo conozco un grupo que necesita actores y actrices para trabajar”. Ella me dio la fecha y la dirección en donde nos teníamos que reunir. Recuerdo que fue un viernes, cerca de la Iglesia de Santo Domingo, donde les facilitaban un saloncito para ensayar. En ello estaba Hugo Torres, la que fue su señora esposa y un grupo de estudiantes.
– Y luego de esa experiencia, ¿qué pasó?
– Frente al colegio Monserrat, había una Academia de Recitado y Declamación donde me anoté para ir dos veces por semana. Entonces, de la Escuela de Lenguas, en la hora de gramática inglesa yo me cruzaba para la academia. Iba haciendo mi carpetita, iba aprendiendo los poemas, un poquito de baile folclórico… ¡Al final iba todos los días! Yo andaba muy bien, en lo que andaba muy mal era en la gramática inglesa, ¡claro!
– ¿Cómo fue su ingreso a la Comedia Cordobesa?
– Del ´53 para el ´54, en el mes de febrero, vi un letrerito en el diario Los Principios que decía: ”Instituto de Arte Dramático. Inscripciones abiertas. Horario de 20 a 24. Teatro Rivera Indarte, Ciudad de Córdoba”. Yo pensaba que si decía instituto de arte es porque podía tener relación con el teatro y la poesía, entonces fui al teatro. Allí descubrí que era una escuela que comenzaba con una especie de casting, para elegir los personajes de la obra Mariana Pineda, escrita por Federico García Lorca. Nunca olvido que la secretaria le dijo a otra señora que estaba sentada a su lado: “Mirá, tiene la boca elástica”. Yo no entendía a qué se refería aquel comentario y con el tiempo descubrí que la boca elástica es para poder modular, hablar, que se entienda. Los dientes, el paladar, las cuerdas vocales, todo eso es importante. Es importante la práctica también. Entonces, la secretaria me tomó los datos me dijo que esa noche a las ocho y media de la noche tenía que estar allí. Yo hice de Mariana Pineda. Estuvimos tres meses con la letra, los movimientos. Mi mamá me hizo el vestuario, no te daban nada porque era una escuela y tenías que poner todo vos. Desde esa presentación, pasaron más de 80 obras hasta que pasé a formar parte de la Comedia Cordobesa.
– Usted también tuvo la oportunidad de formarse en el exterior
– Yo estudié dos períodos lectivos en España. Estuve 18 meses en Europa. Fui en 1963 en barco y volví en barco, fueron 17 días de viaje de ida y 17 de vuelta. Pedí licencia en la escuela donde daba clases. En la Comedia Cordobesa no me las dieron, y tuve que volver a rendir examen de concurso cuando volví de Europa. La experiencia allá me hizo sentir actriz. Superé muchas cosas y aprendí mucho sobre España. Cuando regresé a Córdoba, rendí nuevamente el concurso para la Comedia Cordobesa. Rendíamos cada 5 años un concurso en el Teatro Rivera Indarte a sala abierta y llena de gente. Me fue bien y quedé elegida nuevamente para formar parte del elenco.
– ¿Cuánto ha influido el teatro independiente en el desarrollo de la actividad teatral?
– En el año 1951, cuando llegué a Córdoba, había un señor de apellido La Peña, nacido en Deán Funes. En el patio de su casa, La Peña tenía un escenario que funcionaba como teatro independiente. Mario Mezzacapo, el profesor Ernesto Heredia que ya falleció, Hugo Torres y todos los grupos independientes formaron un teatro que se llamó El Siripo; hace poco cumplió 50 años y le hicimos un homenaje. Entre los teatros independientes de Córdoba que hubo a mediados del siglo XX también existió El Quijote. Todos estos fueron lugares donde se hizo escuela porque los que íbamos no teníamos conocimientos de teatro, y aprendíamos ahí. Los teatros independientes fueron muy importantes para el teatro cordobés y argentino; y digo argentino porque Buenos Aires también tuvo su época de teatro independiente y de teatro abierto. En la época de los militares, los grupos teatrales sufrieron una crisis pero sobrevivieron trabajando. Ahora Córdoba tiene un gran movimiento. Además se suman los jóvenes universitarios, que forman grupos de teatro independiente. En la actualidad, hay una gran cantidad de elencos teatrales.
– ¿Cómo surgen los festivales de teatro en Córdoba?
– A los festivales los inician Carlos Jimenez y Carlos Marletta. En el Teatro Rivera Indarte, se hacía el Festival Nacional y, al año siguiente, el Festival Internacional. Los festivales a Córdoba trajeron compañías de Francia, España e Italia. Cada vez venían menos actores porque cada vez era más caro.
– ¿Qué opina acerca de la Asociación de Actores de Argentina?
– Cuando nace la Asociación de Actores yo fui una de las primeras que se anotó porque creía mucho en esa asociación, que era lo único que tenían los actores argentinos sin jubilación, ni facilidades, ni seguridades. Existe una ley que los actores están revisando en la Asociación de Actores de Buenos Aires en conjunto con el nuevo gobierno nacional. La idea es que el actor, después de tantos años de trabajo, se pueda jubilar. Hay actores que se han suicidado porque en su avanzada edad nadie les da trabajo. El caso de Hilda Bernard, es un ejemplo. A ella la vimos en una de sus últimas apariciones públicas, en la entrega de los Premios Martín Fierro del año 2015. Ella estuvo enferma, tenía 95 años, y nunca recibió una jubilación.
En su rostro, Azucena Carmona refleja la satisfacción de quien siente que alcanzó muchas metas en su vida. Nació el 22 de mayo de 1928, en el barrio de Flores, Buenos Aires. En el transcurso de la charla, agrega un remate que consagra una vida envidiable: “A veces me despierto pensando que mi vida fue un sueño… He sido muy feliz, muy feliz”.