Con motivo de la conmemoración del Día de la Bandera, y en homenaje a su creador, Manuel Belgrano, uno de los héroes más destacados e importantes del país, la Junta Provincial de Historia de Córdoba acerca distintas miradas a través de dos de sus miembros de número: la Mgter. en Relaciones Internacionales Sandra Ratti y la Dra. en Historia Celia Basconzuelo.
Semblanza de Manuel Belgrano, por la Mgter. Sandra Ratti
Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano (1770-1820) fue un hombre polifacético que dio muestras de sus capacidades como abogado, como periodista, como político y como militar. Comprometido con las ideas de aquel revoltoso mayo de 1810, se mostró a favor del liberalismo y del autogobierno.
Cursó sus estudios universitarios en España, impregnándose de las ideas ilustradas que se discutían en la madre patria y que no estaban distanciadas de las creencias católicas; situación que se evidenció en la devoción que Manuel Belgrano profesó a la Virgen de la Merced. Fue un visionario, al considerar que el destino de estas tierras era la fisiocracia (escuela liberal francesa que sostenía que las riquezas estaban en la producción que se obtenía de la tierra) y, por ende, había que fomentar las actividades agrícola-ganaderas. Fue, también, un adelantado al proponer con su pluma de periodista que debía educarse al pueblo en oficios para evitar el ocio y la miseria. Para él, “un pueblo culto nunca podía ser esclavizado”.
Destacó como estratega en las expediciones militares que buscaron contener a los realistas. Aquí resuena la osada campaña del éxodo jujeño que aplicó en el norte para evitar el avance realista en tierras patriotas. Comprometido con la causa de mayo y el autogobierno, enarboló la bandera a la vera del río Paraná el 12 de febrero de 1812, como insignia de su ejército. Relevado de la labor como militar, Belgrano se enfocó en prestar sus servicios como diplomático y político.
Falleció el 20 de junio de 1820. Sus palabras resonarán en el tiempo como ejemplo de humildad y grandeza: «Mucho me falta para ser un verdadero padre de la patria, me contentaría con ser un buen hijo de ella».
Las otras batallas de Manuel Belgrano, por la Dra. Celia Basconzuelo
El 3 de marzo de 1810 Belgrano fundaba el periódico Correo de Comercio y allí escribía lo siguiente: “Las manufacturas o el trabajo industrioso son el arte de dar formas a las producciones naturales. ¿Cómo se puede ver con indiferencia que venga un extranjero, establezca su taller, permanezca entre nosotros gozando de todas nuestras ventajas y adquiriendo riquezas por el espacio acaso de muchos años, y luego se regrese a su país sin haber dejado un solo individuo de los nuestros a quienes haya enseñado su arte u oficio con perfección?
En otro número decía: “La importación de mercancías que impide el consumo de las del país o que perjudican al progreso de sus manufacturas y de su cultivo, lleva tras sí necesariamente la ruina de una nación”.
Varios años atrás, siendo secretario del Consulado, había expresado: “Uno de los principales medios que deben aceptar son las escuelas gratuitas, donde pudiesen los pobres mandar a sus hijos sin tener que pagar cosa alguna por su instrucción: allí se les podría dictar buenas máximas e inspirarles amor al trabajo”.
Belgrano veía en la educación y en la industria, el progreso de una sociedad. Son estos pensamientos los aspectos quizá menos difundidos de su contribución al proyecto de construir una nueva comunidad política. En cambio, es más conocida su trayectoria como secretario del Consulado, como también su participación en el grupo político Carlotista en 1808, su papel como vocal de la Primera Junta, su indubitable decisión de vestir el uniforme militar que lo conduciría a buscar legitimidad para ese nuevo gobierno nacido en Buenos Aires en los Pueblos del interior virreinal y también en el exterior. Una búsqueda que se dirimió en los campos del Paraguay, de la Banda Oriental y del Alto Perú, con resonantes triunfos y sentidas derrotas, y luego en las cortes europeas a través de su misión diplomática. Es también conocida su presencia en Tucumán, su activa influencia para acelerar la declaración de independencia y su oratoria del 6 de julio para proponer una monarquía incaica. En fin, esa trayectoria política, militar y diplomática no se hizo sin idear y materializar para sus compatriotas y la posteridad, el símbolo inequívoco de la nacionalidad argentina que enarboló en las orillas del Paraná.
En 1857 Bartolomé Mitre publicaba la primera edición de Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina y así entronizaba, en el campo de la historiografía y de la memoria colectiva, al prócer. Una placa, actualmente existente en los pasillos de la Universidad de Salamanca, recuerda su paso por aquellas aulas donde inició la carrera de Derecho. Paradójicamente, un solo diario porteño -El Despertador Teofilatrópico- registró su muerte días después.