La pareja que construye la escena

Rafael Reyeros y Cristina Morini forman una sociedad con historia en la escena teatral de Córdoba.

Aparte de ser compañeros de vida, juntos realizaron centenares de puestas teatrales y líricas. Hoy trabajan en la régie de la ópera “Madama Butterfly”, de Giacomo Puccini, que sube a escena los días viernes 4, domingo 6, martes 8 y jueves 10, a las 20, en el Teatro del Libertador San Martín, con las actuaciones de la Orquesta Sinfónica de Córdoba, el Coro Polifónico de Córdoba, un notable elenco y dirección general del maestro Jongwhi Vakh.
Transcurridos 17 años desde que Morini y Reyeros hicieron la régie de “Madame Butterfly” en la temporada 2005, con dirección general de Mario Perusso, la pareja regresa a la caja escénica que tan bien conoce para afrontar un nuevo desafío.– ¿Cuáles son las expectativas con esta puesta después de tantos años?
– Cristina Morini.- Yo creo que la historia de Cio-Cio-San sigue vigente en el mundo de hoy (la ópera fue estrenada en 1904) a través de los padecimientos que las mujeres sufren en el mundo.
– Rafael Reyeros.- Más que antes, diría. Después de esos 17 años, buscamos hacer un balance a nivel de contexto, porque la obra es eterna. Esta obra es como un clásico de Shakespeare, como un clásico griego. Por otro lado, tenemos una gran expectativa al poner a prueba la última adecuación tecnológica de la caja escénica del teatro.
– C.M.- Nosotros nos manejamos en el contexto en el cual se escribió la obra, a principios del siglo XX. En ese momento, estaba la guerra ruso-japonesa, en la cual Estados Unidos se ofreció como mediador, con su mirada “paternalista” sobre las otras culturas. Una mirada bastante despectiva hacia otras culturas. En este momento, estamos teniendo una guerra entre Rusia y Ucrania con Estados Unidos queriendo ser “parte de”. Eso por un lado. Por otro lado, tenemos el movimiento del “me too” (Yo también) de las mujeres. Acá esta mujer (la joven “Butterfly”) se quita la vida por una cuestión de honor, respondiendo a una tradición japonesa.
Ayer comentábamos con los cantantes, la capacidad de Puccini, la versatilidad y capacidad creativa para haber hecho óperas en contextos y en realidades culturales absolutamente diferentes: tiene la japonesa, la china, la parisina, entre otros. Y realmente se basa en las tradiciones musicales de esos lugares, sin ser exactas, sin ser una copia. Pero toma elementos de esas culturas, y eso hace de la genialidad de Puccini.
– ¿Qué particularidades entonces tuvieron en cuenta para esta puesta?
– R.R..- La escenografía es una metáfora, una especie de refugio para esta niña de 15 años de edad, Cio-Cio-San, engañada por Goro para que contraiga matrimonio con el marino estadounidense Pinkerton. Ingenua, confiada, la metáfora es como si esta niña estuviera en una balsa en el medio del mar. No es el Titanic, es una balsa pequeña y en el mar está la vida o la muerte, esperando que renazca el amor de Pinkerton o su abandono. Para nosotros, innovar a nivel de vestuario o de otros elementos, hacer una puesta “más jugada”, no hace falta porque la historia es universal.
– C.M..- La historia transcurre en Nagasaki, Japón, a principios del siglo XX, en una casita que el militar americano Pinkerton le compra a Goro, al casamentero que hace todos estos negocios con las niñas. Y, supuestamente, la adquiere por 999 años. En esa casa construida en una colina, se ven dos mundos totalmente diferentes: el mundo Occidental, representado en Pinkerton y el cónsul; el americano es como un cowboy, y el mundo Oriental, donde Cio-Cio-San que se cree realmente esta historia de amor con el americano, que decide renunciar a su cultura, renunciar a su religión y es repudiada por todos, por su familia, sus amigos, por todos. Renuncia a sus tradiciones y creencias, porque ella cree fervientemente en el amor por el americano. Pasa tres años esperándolo, mirando los barcos que llegan al puerto. Cuando finalmente él regresa a Nagasaki lo hace con su esposa americana. Ese choque de culturas se da siempre. Tenemos diferencias, tiempo de adaptación. Por su parte, la casita es simbólica y despojada. Casi transparente, casi no existe. Está y no está.– ¿Qué representa Madame Butterfly para ustedes?
– C.M.- Aunque la hice decenas de veces, me sigue conmoviendo. Me emociona mucho. Creo que el acto del suicidio, que se puede ver como una debilidad, es una fortaleza.
– R.R.- Ella dice “o sigo cantando o me mato”, o por el honor.– ¿Cómo viven el regreso al Teatro del Libertador?
– R.R.- Para mí fue volver a casa. Me parece alentador que se sigan haciendo este tipo de obras de programación. Actualizar el teatro, actualizar la parte técnica Esto tiene que ser una usina de culturas y propuestas para todos los públicos.
– C.M..- Me pasó que me reencontré con gente que conocía y gente nueva, sobre todo en el coro, en donde a la mitad ya la conocía y la otra mitad es nueva.– Luego de varios años sin óperas, nos encontramos con “Madame Butterfly”.
– C.M.- Mucho miedo y mucha expectativa. Felicidad también.
– R.R.: Es un desafío nuevo, con todo el temor que uno tiene, porque siempre, para nuestro oficio es empezar de cero. Uno dice la experiencia, las obras realizadas, pero es mentira, cuando se acerca el estreno de una ópera. En este caso, que el director de la Orquesta Sinfónica sea coreano es una experiencia increíble. Si bien no compartimos la misma lengua, nos entendemos perfectamente.
– C.M.- Está realizando muchos ensayos y a eso los solistas se lo agradecen enormemente. Tiene una paciencia increíble, un humor increíble. También se está realizando un gran trabajo con el Coro Polifónico que dirige Camilo Santostefano.

Acuerdos
– ¿Cómo llegan a acuerdos?
– C.M.- ¿Nosotros? Nos peleamos mucho.
– R.R.- Tenemos diferentes visiones.
– C.M.- Aunque también hay cuestiones que ni las hablamos porque  nos entendemos.

Destacado elenco
Los roles protagónicos son interpretados por dos elencos, a saber: las sopranos Ivanna Speranza y Cecilia Leunda, en el papel de Cio-Cio-San; los tenores Darío Schmunck y Gustavo Serrano, en el papel de Pinkerton; Alejandra Malvino e Inés Brusco -contraltos- como Suzuki; el barítono Federico Finocchiaro, Sharpless; Gerardo Martínez -tenor-, Goro; el tenor José Curado, en el papel de Príncipe Yamadori; la contralto Pía Gray como Kate Pinkerton; el bajo Federico Bildoza, Bonzo; y Leonardo Pérez -bajo-, Comisario.
Los diseños de escenografía, vestuario, utilería y caracterización le pertenecen a Rafael Reyeros, Iluminación de Federico Carabajal sobre una idea de Reyeros, Maquillaje y peinados están a cargo Cecilia Díaz. La realización de escenografía, vestuario, utilería corresponden a las áreas técnicas del Teatro del Libertador.

Ubicaciones
Las entradas pueden conseguirse a través de la web Autoentrada y en boletería del teatro, avenida Vélez Sarsfield 365, teléfono 414 3412, en su horario habitual de 9 a 20.
El valor de las ubicaciones es el siguiente: platea, 4500 pesos; cazuela, 2500; tertulia, 2000; paraíso, 1500 pesos. Palcos altos y bajos, 16.000 pesos.
Las entradas se podrán abonar con tarjeta de crédito CORDOBESA (MasterCard y Visa) en 3 cuotas sin interés y con todas las tarjetas de débito y crédito (en 1 pago), a través del portal de ventas.autoentrada.com