La flecha que dio en el blanco

“¿Hasta cuándo se verá el sexo femenino sumido en la obscuridad en que lo encerró el sistema opresivo de los que le negaban los conocimientos más sencillos?”, interroga, en 1830, La Aljaba, el primer periódico feminista de Argentina.

La Aljaba, periódico feminista del año 1830

Su directora, Petrona Rosende de Sierra, financiaba la impresión del periódico mediante una suscripción. Se imprimieron ocho números de La Aljaba, nombre con el que se conoce a una caja portátil para cargar flechas.

La acción de las mujeres reducida a la esfera doméstica estaba agotada y el acceso a la educación era una conquista pendiente, aunque sin descuidar las tareas de “madre, esposa y patriota”, pensaba Petrona Rosende de Sierra.

En un contexto marcado por las insalvables diferencias entre unitarios y federales, durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas, La Aljaba encendió un reclamo que se prolongará en el tiempo.

La Camelia y el Álbum de Señoritas

Tras la deposición del gobernador de Buenos Aires y encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina, en 1852, apareció el periódico femenino La Camelia con un reclamo más fuerte: “Libertad, no licencia; igualdad entre ambos secsos (sic)”.

La Camelia

Si bien no está aclarado quiénes eran las editoras de La Camelia, estudios llevan a creer que la dirección estuvo a cargo de Rosa Guerra y Juana Manso.

En 1881, Domingo Faustino Sarmiento estableció el Premio “Juana Manso”, en homenaje a la educadora y periodista, para “la señorita o señora que mejor lea en un concurso anual”.

Juana Paula Manso de Noronha, ese era su nombre completo, dirigió además el Álbum de Señoritas, un “Periódico de literatura, modas, bellas artes, teatro”.

Enemigo del orden patriarcal, el Álbum manifiesta: “La sociedad es el hombre: él solo ha escrito las leyes de los pueblos, sus códigos; por consiguiente, ha reservado toda la supremacía para sí, el círculo que traza en derredor de la mujer es estrecho, inultrapasable, lo que en ella clasifica de crimen en él lo atribuye a la debilidad humana”, cita Francine Maciello en “Angeles en el hogar argentino. El debate femenino sobre la vida doméstica, la educación y la literatura en el siglo XIX”, Anuario IEHS, 1989.

“Todos mis esfuerzos serán consagrados a la ilustración de mis compatriotas, y tenderán a un único propósito: emanciparlas de las preocupaciones torpes y añejas que les prohibían hasta hoy hacer uso de su inteligencia, enajenando su libertad y hasta su conciencia, a autoridades arbitrarias, en oposición a la naturaleza misma de las cosas, quiero, y he de probar que la inteligencia de la mujer, lejos de ser un absurdo, o un defecto, un crimen, o un desatino, es su mejor adorno, es la verdadera fuente de su virtud y de la felicidad doméstica , porque Dios no es contradictorio en sus obras, y cuando formó el alma humana, no le dio sexo”, sentenció una de las ediciones del Álbum de Señoritas.

Club de lectoras

La educación de las mujeres nace con el comienzo mismo de la nueva nación. La investigadora Graciela Batticuore rescata de las páginas del periódico El Correo de Comercio (1810) las cartas de lectoras porque “constituyen el primer registro periodístico argentino de la corresponsalía femenina”. La enseñanza de las niñas y el auxilio de las mujeres pobres están presentes en estas cartas del periódico, que dirigió Manuel Belgrano.

El Observador Americano

En 1816, un grupo de mujeres lectoras de El Observador Americano formó el club de “Amigas del Observador”. Las mujeres se reunían los lunes a leer el periódico y así surgió la idea de dirigirse al espacio de cartas para expresarse en favor de la concreción de derechos para las mujeres.

Una de las suscriptoras, que firmó con el seudónimo de Emilia P., escribe en la edición del 3 de octubre de 1816: “Señores Editores: Uds. tienen razón de aconsejarnos una mejor educación, pero tendrían mucha mayor, si tratan de reformar primero la educación de los jóvenes, que han de ser nuestros maridos, es decir, nuestros amos de por vida; porque según veo, todos los estados, todas las naciones, el universo todo podrá revolucionarse y mejorar; pero no habrá revolución, que mejore nuestra condición civil”, según cita Graciela Batticuore en “La lectora de periódicos”, Cuadernos de Literatura (2016).

Vida y pasión de una estudiante universitaria

Elida Passo fue la primera mujer argentina que egresó de una carrera universitaria, Farmacia, en la Universidad de Buenos Aires. Ocurrió en 1885, cuando en el país existían solamente esa universidad y la de Córdoba.

“Hija de un farmacéutico, luego de graduarse intentó matricularse en la carrera de Medicina. En un principio, su inscripción fue rechazada por el Rector. Finalmente, no logró graduarse pues falleció de tuberculosis mientras estudiaba”, reseña el programa “Historia y Memoria de la Universidad de Buenos Aires“. Elida Passo cursaba el quinto año de la carrera y estaba a punto de graduarse cuando murió.

“La primera mujer que en Argentina obtuvo el título de una carrera superior fue Cecilia Grierson, quien ingresó a la facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires poco tiempo después de que Elida Passo lograra hacerlo con un recurso judicial”, cuenta la socióloga y doctora en Educación, Alicia Itatí Palermo, en “El acceso de las mujeres a la educación universitaria”, Revista Argentina de Sociología (2005).

Docta y esquiva

“La Universidad de Córdoba, que reconoce sus orígenes en el Colegio Máximo fundado por los jesuitas de manera definitiva a partir de 1613, sólo abrió las puertas para la formación de los varones pertenecientes a las clases más acomodadas prácticamente durante los primeros tres siglos de existencia”, sostienen Nuria Cortes y Alejandra Freytes en el “Índice de las primeras mujeres egresadas en la Universidad Nacional de Córdoba 1884-1950” (2015).

Más adelante, las autoras cuentan que “las primeras jóvenes que se decidieron a cumplir el sueño de realizar estudios superiores, lo hicieron a partir de 1884, al graduarse de parteras en una universidad que era caja de resonancia de las confrontaciones entre el liberalismo de la dirigencia política local y nacional -embanderada tras la modernización- y el conservadurismo -anclado en la jerarquía eclesiástica-“.

De acuerdo al índice que elaboraron Nuria Cortes y Alejandra Freytes, le cabe a Ángela Sertini de Camponovo el recuerdo de ser la primera mujer en recibirse en la Casa de Trejo con el título de Partera en el año 1884. Una conquista femenina en una tierra gobernada por hombres.

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