La Agencia Córdoba Cultura, a través del área de artesanías, presentó el ciclo Manos que Hablan en el que artesanos locales mostraron el proceso de fabricación de los objetos y su historia de vida. El ciclo, que constó de nueve capítulos que pudieron verse en el canal de YouTube de la agencia y ofició de antesala de la 4°Feria de Artesanías “Alcira López” dejó comentarios, aprendizajes y saberes que se rescatan en esta nota como parte de lo que podrá verse materializado en los stands de la feria que estos artesanos compartirán junto a sus colegas.
La artesanía no solo ofrece productos únicos, sino que también proporciona una conexión con la historia y la cultura de una región o comunidad. La valorización de lo hecho a mano se ha convertido en una tendencia creciente que refleja un profundo deseo de conectarse con lo auténtico, lo único y lo local. El recorrido por los distintos talleres que propuso el ciclo “Manos que Hablan” permitió al artesano mostrar su lugar de trabajo, su espacio, sus procesos de diseño, de elaboración y de transformación que van sucediendo en cada objeto creado. A través de sus palabras y de sus manos, la intención fue permitirle al espectador comprender el valor de cada pieza, la belleza en la simpleza y la huella que hay en ella.
Detrás de la artesanía
Los nueve artesanos que formaron parte de los capítulos del ciclo abrieron las puertas de sus casas y talleres para mostrar su realidad, el entorno en el que viven y las herramientas con las que trabajan. También mostraron sus productos y producciones, pero, lo más importante es que se animaron a contar sus historias de vida y, en algunos casos, sus inspiraciones, sueños y anhelos.
El objetivo del ciclo fue, precisamente, que quienes lo vieran disfrutaran, pero, fundamentalmente, apreciaran que detrás de todo producto artesanal hay una familia y una persona con su historia. Luciana Torres, responsable del área de artesanías explica el porqué de esta propuesta: “El descubrimiento de estos procesos nos permite generar un ida y vuelta con el espectador. Genera respeto, nos hace ser más conscientes de lo que uno consume, el pensar de dónde viene eso que compramos, es pensar también en quién lo produce. Es ir más allá de la acción de consumo; y cuestionarse ésto, es descubrir que detrás de ese producto artesanal existe una historia de vida.
Uno por uno, los protagonistas de los encuentros
El ebanista Néstor Lázaro fue el primero en abrir las puertas de su taller. Él es técnico químico, vive en Arroyito y trabajó 20 años en la fábrica de Arcor, pero decidió perseguir su pasión por la madera enamorándose del oficio al ver trabajar a uno de sus maestros, Edmundo Paviolo, y repitiéndose una y otra vez la frase: “Esto es lo que yo quiero hacer”. “Para mí la madera es todo. Es la ´poética de la madera´”, dijo Néstor, emocionado, y comentó que la satisfacción por poder concretar un encargo es inmensa y se convierte en un sueño cumplido porque cada trabajo representa un desafío. “Mi familia es mi equipo de trabajo. Mi hijo y mi señora están aprendiendo el oficio y espero enseñarles bien”, concluyó el artesano anhelando poder, alguna vez, viajar a Francia o España para poder seguir aprendiendo el oficio.
En el capítulo 2, el soguero Sergio Meolans contó su historia de vida y su relación con un hobbie que adoptó como su medio de vida. Nació en Santa Fe y vivió mucho tiempo en Sunchales donde trabajó años en la empresa láctea Sancor. Allí, durante su tiempo libre, aprendió el oficio de la soguería y lo que comenzó como un hobbie se transformó en su medio de vida. “Para mí la soguería es una forma de mantener viva la tradición ya sea produciendo mercadería o transmitiendo los conocimientos”, reveló Meolans. El soguero comentó que no es un oficio caro porque con pocos elementos se puede montar un taller. Al mismo tiempo, mostró animadamente las herramientas que utiliza y fue describiendo la función de cada una. También contó que utilizan patrones para tejer el cuero y que conoce la historia de los elementos que fabrica y la utilización que tenían otras épocas del país.
La ceramista Mariángeles Trípodi llegó en el tercer capítulo. Ella tiene 20 años en el oficio y aprendió con la técnica precolombina que consiste en levantar la pieza con las manos “desde cero”, sin moldes. Mariángeles tiene su taller en Agua de Oro donde da clases de cerámica y a donde llegó por casualidad. “Yo soy de La Plata. Vine a visitar a una amiga y me quedé. Acá tuve a mis hijos y comparten mi espacio de trabajo”. Para la ceramista, la técnica precolombina, además de permitirle conocer la historia de muchos pueblos, le permite una conexión muy grande con la pieza ya que, al levantarla desde cero, pasa mucho tiempo con ella: “Es como meditar”. Contó que le gusta hacer escuclturas y trabajar en botellas sonoras que llevan muchos días de fabricación. “Ojalá que cada vez mas personas puedan valorar el trabajo artístico para que pueda seguir existiendo”, anheló sobre el final del encuentro.
El artesano en tallado de calabazas Ignacio Valerio mostró su producción y explicó que algunas piezas pueden llevar hasta 25 o 30 días. No trabaja solo las calabazas ya que debió volcarse también al metal porque sus piezas necesitan bombilla y, además, están terminadas con remaches de cobre o con alpaca. “Lo que necesitás para empezar es una gubia y un lápiz, si mirás bien, todo está alrededor”, mencionó Ignacio como un mensaje que pareciera ir mucho más allá de su oficio. “Tallar calabazas para mi es una búsqueda, un rezo, mi lugar de inspiración, por eso en cada pieza que realizo pongo un poco de mi vida. Es mi cable a tierra, necesito pasar todos los días por mi taller aunque sea un rato. Siento que no tengo un sueño puntual, siento que lo estoy transcurriendo porque hoy puedo vivir de lo que amo hacer”, admitió con sensibilidad desde el interior de su taller.
En el quinto encuentro Marcelo Corsini contó que conoció a una mujer catamarqueña que lo introdujo a la actividad del telar. Construyó uno propio y evolucionó con algunos otros que pudo comprar. En su encuentro, el artesano mostró cómo utiliza sus telares: “La trama surge de acuerdo a cómo enhebrás”, dice Marcelo como hablando también sobre la vida. “Al oficio lo aprendí por la curiosidad de saber qué más había, no tuve una escuela de aprendizaje. Lo vinculo con mis antepasados porque mi abuelo era sastre”. El artesano contó que se puede trabajar cualquier material en el telar: “Siempre he buscado la conexión con los materiales con el contexto. A veces me encuentro usando tonalidades de ocres y cuando miro por la ventana en otoño mientras trabajo, parece pintado”.
Hugo Scotto es diseñador gráfico, pero hace 15 años que se dedica a la fabricación de instrumentos gracias a la escuela de oficios de Cosquín. “La idea de hacer instrumentos musicales es darle una doble vida a la madera. Elegí la luthería porque de niño tuve un camino musical y siento que esto es como como completar ese capítulo”. Con instrumentos suyos en manos de personas de todo el país y del mundo, Marcelo comentó que no es necesario ser músico para hacer instrumentos pero sí le ha ayudado un montón: “La luthería es mezcla de física, matemática y acústica. Además lleva estudio e investigación en carpintería, estética y el uso de la madera. El instrumento tiene que sonar bien”.
El séptimo capítulo del ciclo fue desde el taller de José Ángel Ranz. El artesano comentó que su historia en la cuchellería arrancó desde que tiene uso de razón: “Cuando era chico fabricaba mis propias armas, me hacía mis espadas, mi cuchillos de madera”. Actualmente trabaja en su taller de Río Ceballos con su familia y realiza cuchillos artesanales para todo tipo de clientes. “Antes era bancario y no podía estar sin pensar en hacer un arma blanca entonces me decidí a dejar el banco y a largarme con esto. No todo mi entorno estuvo de acuerdo, pero los maestros que me enseñaron vieron el potencial en mí”, cuenta el artesano con pasión y compromiso por lo que hace. Lo conocen en todo el mundo gracias a internet y, actualmente, realiza trabajos de cuchellería militar, para la policía y para todas partes del mundo. “A un artesano lo hacer crecer el cliente. A mí me envían a los clientes que quieren cosas raras porque me encantan los desafíos. Lo único que hay que tener para fabricarse el propio cuchillo es ganas, una vez que lo hayan hecho, es un camino de ida”, asegura el cuchillero que sueña con que, algún día, todas sus obras vuelvan a él.
Luis María Brandan trabajó como ingeniero agrónomo casi toda su vida, pero cuando se jubiló tuvo la oportunidad de desarrollar su inquietud: los trabajos manuales. Desde los 20 años aprendió, de manera autodidacta, a trabajar el cuero crudo. “De los errores se aprende mucho hasta que uno se encamina”, dice Luis María. Trabajó muchos años el cuerpo hasta que “le picó el bichito” del telar. “Mi mujer tuvo una primera clase de telar y cuando volvió me pidió ayuda porque no entendía lo que le había enseñado. Ahí me di cuenta que era muy parecido a lo que yo hacía con el cuero”. Fabricó su propio telar, compró libros y se perfeccionó: “Anoto absolutamente todo lo que hago, cómo lo hago, qué material uso y qué técnica utilizo”, cuenta el artesano mostrando su cuaderno prolijamente completo. Luis María conserva el cuchillo con el que empezó a trabajar hace más de 50 años: “Es importantísimo mantener las tradiciones en las actividades artesanales. Me gusta tener alumnos para transmitir lo que yo sé para que no se pierda. Aprender por aprender no sirve, yo no cobro para enseñar, pero enseño para que aprendan a servir. Cada pieza es una partecita de uno. No puedo cobrar por algo tan importante como es el sentimiento”, sentencia el artesano.
Al cierre del ciclo lo protagonizó la familia de zapateros Fuhr. El papá, José Andrés, cuenta que su bisabuelo ruso ya era zapatero y él empezó haciendo cosas simples pero se apasionó muy rápido: “Una de las cosas que más me gustaba eran los trabajos mexicanos. Yo desarrollé mis propias técnicas y lo hacía muy rápido. Mis hijos cortaban cueros desde pequeños, pero jamás los obligué, a ellos les interesó genuinamente”. Al respecto, su hija Esperanza refuerza lo que cuenta su papá: “No tengo una fecha de iniciación en este oficio porque siento que me interesó desde siempre. Al principio tenía que cortar suelas con una trincheta y me costaba mucho. A los 7 u 8 años cortaba cuero para hacer hebillas y venderlas. Luego hice monederos y lo fusionaba con el grabado en cuero que me enseñaba mi mamá. Después vino el calzado y, hasta hoy, es lo que hago”. Esperanza dice que este es un oficio transmitido y vivencial, que si bien se puede estudiar, el plus es esa herencia. Los hijos de Esperanza, nietos de José Andrés, también se interesan por el oficio. Mateo, el otro hijo de José, también es artesano: “Siempre estamos pensando de lo que estamos hechos. Con la cabeza siempre puesta en que hay que avanzar en las nuevas épocas. La artesanía no es fácil porque siempre hay que estar demostrando”. Mateo, aunque es adoptado, se siente identificado con su familia: “va más allá de lo genético, es una verdadera transmisión de saberes”.
Estas son solo algunas expresiones de la riqueza del material logrado en cada capítulo del ciclo Manos que Hablan. Todos los encuentros pueden disfrutarse desde el canal de YouTube Culturacba. Además, del 11 al 13 de octubre la invitación es a participar, con entrada libre y gratuita, de la 4° Feria de Artesanías Alcira López en la que podrá encontrarse a estos artesanos y a muchos más.