Hoy se cumple un nuevo aniversario del nacimiento de José Gervasio Artigas, el “Protector de los pueblos libres”.
Artigas nació el 19 de junio en 1764 en Montevideo, Uruguay, y murió el 23 de septiembre de 1850, en Asunción, Paraguay. Su nombre está sellado a las victorias que culminaron en la independencia de los dominios españoles en América y al anhelo de una Patria Grande americana.
Córdoba está muy relacionada con la dimensión histórica de José Gervasio Artigas, ya que la provincia formó parte de la “Liga de los Pueblos Libres”, unión comprendida por Corrientes, Entre Ríos, la Provincia Oriental (Uruguay), Santa Fe, Misiones y Córdoba.
En la Estancia de Caroya funcionó una de las unidades del complejo de estancias jesuíticas. Después de la expulsión de la Orden de Loyola, allí se estableció la primera fábrica de armas blancas para abastecer a los ejércitos de la Independencia.
En estos talleres, se forjó la espada que el Gobierno de Córdoba obsequió al estadista rioplatense, así como otra pieza destinada a José Rondeau, director supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Con motivo de la efeméride, abrimos en este espacio el libro “La espada de Artigas”, del historiador cordobés Efraín U. Bischoff, para recordar a una figura clave en el establecimiento de aquella factoría donde se fraguó la independencia.
Se llamó Manuel Rivera. Era español, nacido en Extremadura. Durante la primera invasión inglesa, en 1806, tuvo un notable desempeño en la frustrada irrupción extranjera por lo que recibió el título de “Maestro Mayor de Armeros del Real Cuerpo de Artillería en el Departamento de Buenos Aires”, según consta en el libro “Biografías argentinas y sudamericanas”, de Jacinto Yaben, citado por Bischoff en “La espada de Artigas”.
En 1807, Manuel Rivera volvió a tener una labor sobresaliente en la segunda invasión inglesa. Al año siguiente, sin embargo, el Cabildo mostrará su disgusto por el mal estado del armamento para defensa que estaba bajo su responsabilidad.
Tenía Manuel Rivera un fuerte sentimiento de pertenencia a esta tierra en la que no había nacido, pero que adoptó como su patria. Quizá por eso se puso por entero a disposición del movimiento revolucionario de mayo de 1810.
En el registro de donaciones para la causa de la Revolución, que publicaba regularmente “La Gazeta de Buenos Aires”, dice que Manuel Rivera donó seis onzas y “su persona para todo servicio”; 28 de junio de 1810. En 1812, Manuel Rivera fue enviado a Tucumán para organizar la fábrica de fusiles.
La Fábrica de Armas Blancas instalada en la Estancia de Caroya, en 1814, bajo la dirección de Manuel Rivera, produjo bayonetas para los fusiles del Ejército del Norte. Allí trabajaron operarios de herrería, carpintería, broncería y albañiles, un mayordomo y un escribiente, según un informe del mismo fabricante de armas Rivera y director del establecimiento, que funcionó hasta 1816.
Durante el período colonial, la estancia sirvió como lugar de vacaciones para los estudiantes del Colegio Convictorio Nuestra Señora de Monserrat. En ese lugar murió el ilustre sacerdote, José Ignacio Duarte y Quirós, que donó todo su patrimonio a ese colegio.
Un kilo 600 gramos pesa la espada, cuyo original se conserva en el Museo Histórico de Montevideo; una réplica de la misma se exhibe en la Casa Histórica de Caroya. “Córdoba independiente a su protector”, dice en un lado de la hoja, “General don José Artigas. Año de 1815”, reza en el otro.
La histórica relación entre la Provincia de Córdoba y el ideario federal de José Gervasio Artigas, ha sido especialmente estudiada por el destacado historiador cordobés, Roberto Ferrero, autor de dos obras fundamentales: “Los caudillos artiguistas de Córdoba” (Ediciones del Corredor Austral) y “La saga del artiguismo mediterráneo” (Alción editor saga del artiguismo mediterráneo).
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