La Orquesta Provincial de Música Ciudadana dedica su nueva presentación a un artista que contribuyó a forjar una poética argentina de características diferenciales.
La función es el sábado 21, a las 20, en el Teatro del Libertador San Martín, con las interpretaciones Mery Murúa y Gustavo Visentín. El homenaje incluye un segmento coreográfico con la participación de la pareja de baile que forman Delfina y Walter.
Las ubicaciones pueden adquirirse por la web de Autoentrada y en la boletería del teatro, Vélez Sarsfield 365, desde el martes 17, en el horario de 9 a 20, a los siguientes valores: platea, 800 pesos, cazuela, tertulia y paraíso, 500 pesos.
Cátulo Castillo legó al repertorio de la poesía ciudadana un conjunto de piezas que identifican al género –Tinta roja, Caserón de tejas, La última curda, por citar algunas de ellas-. Poeta y compositor, murió el 19 de octubre de 1975, en Buenos Aires.
“Yo nací el 6 de agosto de 1906, a las cinco de la tarde. Caía una lluvia tremenda y hacía un frío de la madona. Mi padre trabajaba en los Tribunales, y un amigo suyo, Edmundo Montagne, también poeta, le avisó: Pepe, ha nacido tu hijo Cátulo. Ese amigo ya tenía previsto el nombre. Mi padre corrió a la casa, me quitó de al lado de mi madre, me sacó los pañales, salió al patio, me puso debajo de la lluvia y exclamó: ¡Hijo mío, que las aguas del cielo te bendigan!, contó el mismo Cátulo en una entrevista con el periodista y autor tucumano, Julio Ardiles Gray.
Desde pequeño, se vinculó con el ambiente artístico dado que su padre era autor teatral y un activo militante anarquista. Tomó clases de violín y de piano. Algunas veces acompañó al payador Luis Acosta García en actuaciones por plazas y pequeños teatros, y fue cultivando su propio trayecto.
En 1928, Castillo compone una de las melodías más bellas del tango para Organito de la tarde, con autoría de su padre, José González Castillo; la pieza alcanzó popularidad en la interpretación de Azucena Maizani. De la misma dupla autoral entre padre e hijo, Carlos Gardel cantó Aquella cantina de la ribera y Caminito del taller. En colaboración con Sebastián Piana, el renovador de la milonga, compuso El aguacero (Canción de la Pampa) y Viejo ciego.
Un hito en la vida de Cátulo fue su amistad con Homero Manzi. “Cuando supo que yo era el autor de Organito de la tarde, se acercó y me dijo: Mirá Cátulo, yo tengo una letrita ¿sabés?, se llama El ciego del violín, ¿No te gustaría ponerle música?”. Le dije que sí, que me trajera la letra. Era muy buena, dedicamos el tango al viejo Carriego y, finalmente, se tituló Viejo ciego. Con este tema Manzi se iniciaba como autor”, cuenta el mismo Cátulo en la entrevista con Julio Ardiles Gray.
En otro orden de su vida, “un dato asombroso es que Cátulo haya podido ser, al mismo tiempo que inspirado músico y poeta, un boxeador de renombre, que llegó a conquistar el título de campeón argentino de peso pluma”, acota el periodista Julio Nudler. La nostalgia y el barrio, uno de los temas centrales de la poesía ciudadana, quedó plasmada en los tangos Tinta roja y Caserón de tejas, piezas con música de Sebastián Piana.
En otros aspecto de su vida, Cátulo Castillo fue director del Conservatorio Municipal de Música, se desempeñó en la actividad gremial como dirigente de SADAIC. En la presidencia de Perón estuvo a cargo de la Comisión Nacional de Cultura, gestión durante la cual propició la orquesta de Aníbal Troilo y el sainete El conventillo de la Paloma, en el Teatro Colón.