El trío de free jazz creó climas irrepetibles flotando entre la música y el universo sonoro.
Escribir sobre este trío es enfrentar el reto de aplicar palabras a un intangible, que puede prestarse a confusiones por ciertas generalizaciones, es entonces un enorme desafío transmitir algo de lo vivido a quienes no estuvieron presentes.
En primer lugar hay que hablar de lo que significa la creación y la improvisación libre, de la clásica improvisación sujeta en un tiempo predeterminado y un contexto musical. En el caso de este grupo, reconocido en la escena de Nueva York y la mundial, la creación no está sujeta a una forma, es un constante fluir alimentado por la interacción entre saxo, contrabajo y batería. La búsqueda de nuevos universos sonoros y perseguir un inalcanzable infinito parecen ser la motivación de Malaby. Resulta así que en el mismo momento en que presenciamos la improvisación de este trío estuvimos presentes ante una creación instantánea y una composición única.
A veces partiendo de un hilo conductor o idea, como en la canción en que se invitó al local Martín Dellavedova, otras veces simplemente basados en el interplay, el trío construye paso a paso entre la escucha mutua obras únicas que van de climas a formas y viceversa.
Un histórico del free jazz en el contrabajo, Parker, creaba momentos, ideas, profundas sensaciones y conmociones no solo pulsando sino también frotando con su arco medieval. Sobre estas ideas Malaby con la estridencia de su saxo y Bates con sus tambores y múltiples recursos, evolucionaban, reconstruían y retroalimentaban sensaciones que nuevamente eran tomadas por Parker.
Un grito de libertad, autenticidad, pocas concesiones así es la música de Malaby. Sus riffs, con una reminiscencia de los grandes saxofonistas del género (no solo de Coleman) transitan una búsqueda infinita con cambios tonales propios de quienes conocen el género. La reminiscencia de históricos como Coleman o Ayler, no impidieron que Malaby retome los caminos del free y logre tener su voz propia.
La versatilidad de su baterista estuvo a la altura de las circunstancias creando patrones irrepetibles a la vez que climas con sus múltiples recursos sonoros.
No es casual la ausencia de piano, esto permite que exista un enorme espacio a llenar en el que los miembros pueden flotar sin demasiadas preocupaciones. Malaby y Tamarindo, sin dudas son figuras interesadas en la creación en general y en la generación de un hecho estético en particular, más allá de las concesiones que pide el mercado.
De la vanguardia Neoyorquina a la noche de Güemes, Tamarindo fue agua que fluyó con total libertad.
Domingo 27/11 | 22:30hs | Cocina de Culturas | Jazz Club – Concierto auspiciado por la Embajada de Estados Unidos en Argentina.