Destacados expertos trabajan en la puesta en valor del Teatro del Libertador. Cristina Lancelotti, restauradora con reconocimiento internacional, forma parte de ese equipo y nos da su mirada del trabajo por hacer.
“Nuestra tarea consiste en tratar de conservar y recuperar el espíritu original de las decoraciones interiores del teatro, los cielorraso y los muros”, dice Cristina Lancelotti, especialista en restauración y parte del grupo que vino de Buenos Aires para sumarse a expertos locales y resolver, juntos, el proyecto de renovación y puesta en valor del Teatro del Libertador.
En sus incursiones por la ciudad, no había tenido ocasión de conocer la sala que por estas horas registra la actividad de un equipo empeñado en recuperar el aspecto que el edificio de la avenida Vélez Sarsfield mostraba en los albores del siglo XX, cuando Córdoba era más aldeana y no había rascacielos que impidieran espiar las sierras desde los ventanales.
“El desafío es enorme, porque hay que tomar el conjunto. No es una habitación, ni una sala, ni el foyer, ni el hall de ingreso. Son cada uno de esos lugares que conforman un todo, lo que nos obliga a tener la visión de un todo arquitectónico interior”, comenta Lancelotti, quien señala además que va a ser necesario que trabaje mucha gente
“porque tenemos poco tiempo y hay que atacar varios puntos a la vez”.
Dice también que “la sala es enorme, como lo son todas las salas del teatro de ópera, y con muchas complejidades. Son varios los elementos a considerar. No es únicamente la pintura o el dorado; uno debe tener en cuenta, en la restauración de arquitectura, la totalidad de los elementos, el solado, los zócalos, los muros, los cielorraso”.
El proyecto de puesta en valor incluye la recuperación de los los patios originales en ambos corredores; refuncionalización y apertura de nuevos espacios y un nuevo destino para el sector donde actualmente funciona la administración que pasará a alojar actividades de extensión cultural.
La Sala del Invernadero, transformado en bar hace tiempo, volverá a entrar en funcionamiento como tal. Se sumará la Sala Grisolía como cafetería abierta al público en planta baja y la Sala Heráldica abrirá como renovado Museo de la Música Félix Aguilar. Las demás salas –Pompeyana, la Japonesa, de los Músicos, de
los Cisnes-, serán abiertas para actualizaciones de oficios teatrales, charlas y conferencias y ensayos a menor escala. También se renovará por completo la Sala Tejeda con su uso actual, con capacidad para cien personas.
Hay una enorme expectativa acerca de las mejoras en el escenario. Está previsto incorporar una nueva parrilla metálica de fuerza para escenografías corpóreas, motorización de varas de iluminación y telones. Asimismo, se retomará el uso del fondo de escenario o capilla y se trasladarán los camarines.
En cuanto a la documentación empleada para determinar el aspecto original del teatro, Cristina Lancelotti asegura que “en nuestro país no tenemos, en general, mucha tradición de conservar documentación de los monumentos históricos, escultóricos o pinturas. No suele haber registro de los procesos de intervenciones que estas pinturas tuvieron. Por eso tenemos que basarnos en pruebas, cateos y análisis científicos que son los que van a apoyar el criterio que se adopte”.
A manera de ejemplo de eventuales errores que se pueden cometer cuando la investigación no es rigurosa, la especialista dice que “no hay que concentrarse en un solo elemento ya que eso conduce a un criterio equivocado. Generalmente los muros estaban pintados de un color relacionado a las pinturas murales de los cielorraso. A menudo se cometen muchos errores; se pintan las paredes de blanco para que resalten los cielorraso y es justo lo que no hay que hacer”.
Esa cuestión deriva inevitablemente a la consulta de cómo se trabaja en un equipo interdisciplinario y si hay muchas discusiones o es sencillo obtener consenso. “Lo lindo de nuestro trabajo es que nunca hay nada resuelto -sostiene Lancelotti-; no hay una receta, porque cada autor, cada monumento que sufrió un paso de tiempo diferente, va a necesitar una restauración distinta”.
Por ese motivo “esa discusión que se da en un equipo como este, es necesariamente constructiva. Es una discusión no para pelearse sino para llegar al criterio más adecuado y siempre informando y documentando”. Al explicar lo básico de la tarea del restaurador, la experta aclara que “cuando hago esto o aquello, tengo que decir por qué lo hago, documentarlo con fotos, con análisis y dejar todo para las generaciones venideras, que van a ser las que tengan que volver a intervenir el teatro dentro de muchos años”.
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