Nació en Italia, se ordenó sacerdote en España y emigró a Córdoba, capital de un enorme territorio ubicado en un mundo nuevo.
“A las 7 de la noche del 16 de octubre de 1688, en los suburbios de la ciudad de Prato, Eugenia Varrochi, esposa de Sabatino Zipoli, daba a luz un niño que fue bautizado en la catedral al día siguiente, bajo el nombre de Domenico”, cuenta el musicólogo uruguayo, Lauro Ayestarán, en el artículo Domenico Zipoli y el barroco musical sudamericano, publicado por la Revista Musical Chilena.
Domenico Zipoli murió el 2 de enero de 1726, a los 37 años de edad. Su tumba no está localizada precisamente, aunque en el ingreso al cementerio de la estancia jesuítica de de Santa Catalina hay una placa que dice: “Domenico Zipoli / músico jesuita / murió aquí / 1726”.
Fue maestro en la capilla de música en la iglesia del Gesù, en Roma, conocida como la iglesia madre de la Compañía de Jesús en Italia. “Le correspondían las siguientes obligaciones: componer música para las festividades religiosas, ejecutar el órgano y preparar y dirigir el coro”, detalla Guillermo Furlong, eminente historiador, en su libro Músicos argentinos durante la dominación hispánica.
Antes de embarcarse a América, el maestro de capilla publicó un conjunto de piezas musicales bajo el nombre de Sonata para órgano y címbalo.
Música para evangelizar
El 1 de junio de 1716, Domenico Zipoli ingresó en el noviciado de la Compañía de Jesús en Sevilla, España. El novicio tenía 29 años de edad cuando se embarcó en un largo viaje hacia el Nuevo Mundo; la travesía en el mar podía durar de tres meses de navegación e incluir algún momento de zozobra.
“En plena efervescencia creadora sobrevino en Zipoli una profunda vocación sacerdotal y misionera como lo demostró más adelante, y el máximo organista en la iglesia de los jesuitas en Roma se traslada a Sevilla y pide ser admitido entre los jesuitas que se disponía a pasar a América”, cuenta Furlong en el libro mencionado.
El padre Pedro Lozano, contemporáneo de Zipoli, escribió: “Cuando podía esperarse de él cosas mayores, lo sacrificó todo para la salvación de los indios y se embarcó para el Paraguay”.
En la Nueva Andalucía
En Córdoba, Zipoli ejerció como organista en la iglesia de la Compañía de Jesús, que al día de hoy se erige en la esquina de Trejo y Caseros en el centro de la ciudad capital. Aquí deleitó con su música el joven organista; “enorme era la multitud de gentes que iba a nuestra iglesia con el deseo de oírle tocar hermosamente”, cuenta el jesuita Pedro Lozano.
De la música que Zipoli pudo haber escrito durante su vida en Córdoba, poco es lo que se sabe. Sin embargo, hay testimonios de jesuitas que transitaron las misiones de Paraguay, Chile, Bolivia y Lima que hablan de dan cuenta de la popularidad de sus piezas.
“A nivel de sus coetáneos más importantes -Vivaldi, los Scarlatti, Rameau, Couperin, J. S. Bach, Haendel-, el perfil de Domenico Zipoli se recorta con extraordinaria nitidez, casi diría con dureza. Pero tienen la fuerza, la originalidad y, consecuentemente, la sabrosa aspereza de la ´fructa temprana´, como diría el Marqués de Santillana, de un músico de excepcional linaje. Su obra se yergue, sin desmedro, entre la de los grandes de su tiempo”, según opina Lauro Ayestarán, musicólogo uruguayo.
Una de las instituciones educativas más importantes de Córdoba honra la memoria del músico con su nombre: El Instituto Superior de Educación Artístico Musical Domingo Zípoli, Escuela de Niños Cantores.
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