Alanis trabaja como puta. Con su bebé y con Gisela, una compañera varios años mayor, comparte un privado en el centro donde vive y atiende. Haciéndose pasar por clientes, dos inspectores municipales clausuran su hogar y se llevan a su compañera, acusada de “trata”. Alanis llega con su ropa de trabajo y llena de engaños a parar a lo de una tía, en un local de modas frente a Plaza Miserere. Desde ese barrio multirracial, de tránsito y violento, Alanis intenta recuperar su dignidad, ayudar a su amiga y cuidar a su hijo. Ofrece en la calle lo que sabe hacer, pero hasta la calle tiene sus reglas y Alanistiene que pelear por su lugar.