Nace la República de San Vicente

El 8 de febrero de 1932, el barrio se rebeló contra la autoridad municipal. El motivo: desobedecer la decisión del interventor de la ciudad de prohibir la realización del corso.

Fundado en 1870 por Agustín Garzón, el barrio de San Vicente adopta desde sus orígenes prácticas comunitarias ligadas a la cultura y la recreación, que le dieron fama de lugar hospitalario y festivo.

La plaza era el punto de partida de las comparsas

Las retretas en el kiosko del Paseo Gavier, una estructura circular de dos plantas con techo de chapa construida en la actual plaza Lavalle, donde tradicionalmente se celebraban conciertos con bandas de música; el Teatro Edén, anterior al Teatro Rivera Indarte, inaugurado en 1887 frente al mismo paseo Gavier; los famosos bailes populares que se organizan en los clubes del barrio –Palermo, Lavalle, San Vicente Basket Ball y Atletismo, Fomento Sport, Femenino Basket Ball-, que movilizan una gran cantidad de músicos y artistas del escenario; el Cine Apolo que reemplaza al Edén, forman parte de la identidad del barrio junto a sus industrias y su mercado.

La fiesta del carnaval tenía reservada para San Vicente la fama de territorio soberano de la ciudad, al menos durante a festividad del dios del engaño y de la bromas, el rey Momo.

El grito de libertad

En los últimos días de su gestión como interventor, el contador Ricardo Belisle toma una decisión equivocada: prohíbe los corsos de Alta Córdoba y San Vicente para concentrar el desfile de comparsas y personas disfrazadas en un Corso Oficial en la Calle Ancha -actuales General Paz y Vélez Sarsfield-.

El corso y el mercado representados en un mural en San Vicente

La organización del corso de San Vicente está a cargo de una comisión elegida mediante votación. Ante la imposibilidad de convencer a las autoridades municipales de permitir la fiesta del carnaval en el barrio, la comisión presenta su renuncia. En su reemplazo, la comisión de emergencia se pone en trabajar con una consigna clara: el corso se hace pese a la prohibición.

Las comparsas se movilizan por calle San Jerónimo uniendo la plaza Lavalle con el Mercado por calle San Jerónimo. La fiesta comienza a las 18 y se extiende hasta la medianoche, aunque con algunos incidentes.

En su libro “La República de San Vicente. Historia de mi barrio”, Pedro Ordoñez Pardal cuenta: “Autos con familias y carrozas adornadas abandonan el corso del ´centro´ para dirigirse a San Vicente. Ante el éxodo de la concurrencia del corso del centro, el comisionado Belisle ordena oscurecer la calle San Jerónimo para hacer fracasar la improvisada fiesta del pueblo. Así se hace. Se corta el alumbrado público. Inmediatamente por reacción espontánea, los vecinos empiezan a extender cables de energía eléctrica hasta la calle. Sobre postes, árboles, letreros y en todo saliente del frente de edificios se encienden bombillas de luz y el corso prosigue con toda animación”.

Pero la desobediencia del barrio encontrará una drástica respuesta por parte de la autoridad municipal durante aquella histórica jornada de carnaval.

El comisionado Belisle comete el grave error de emplear la fuerza pública -afirma Ordoñez Pardal-. Primero establece agentes del escuadrón de seguridad en el paso a nivel de calle Agustín Garzón para impedir el paso de los vehículos hasta barrio San Vicente. Posteriormente, el comisionado ordena despejar la calle San Jerónimo, lugar del corso. Un soldado del escuadrón es desmontado de su cabalgadura por una pedrada. La multitud enfurecida responde a la violencia de las autoridades”.

El lugar donde estalló el espirítu de emancipación del barrio

En la esquina de San Jerónimo y Ambrosio Funes se produce un episodio que termina con un oficial de policía y un vecino presos, luego de que el policía, Adolfo Doria, amenazara con pegarle un tiro en el pecho a Angel García, conductor de un vehículo que participaba del corso junto a su familia, que se negó a despejar la calle.

“Así las cosas, trajo como consecuencia un reclamo colectivo por la liberación de García. Más de quinientas personas acompañaron al detenido hasta la puerta de la comisaría quinta a los gritos de “¡Viva la libertad! ¡Abajo la dictadura!”, cuenta Ordoñez Pardal.

Según el autor, “cerca de las 22, el señor García fue puesto en libertad y una manifestación lo acompañó por calle San Jerónimo al grito de “¡Viva la República de San Vicente!”. De esa manera, el barrio tuvo su fiesta y jalonó un episodio más de su épica urbana.