3ra parte: La decisión que dio origen a la prensa escrita en Córdoba

Fue en 1823, cuando Bustos encomendó la compra de la segunda imprenta que donó luego a la Universidad de Córdoba -actual UNC-. La primera, había quedado derruida luego de la expulsión de los jesuitas. 

A los 25 años de edad, Juan Bautista Bustos luchó contra la sombra del imperialismo británico en Buenos Aires. Encabezó en Arequito el motín del Ejército Auxiliar del Perú, que desobedeció una orden del Director Supremo de reprimir levantamientos en Santa Fe y Entre Ríos. Después regresó a Córdoba, su tierra natal, con la misión de promover la autonomía de la provincia, asegurar la pacificación interior y la unión nacional.

En enero 1820, Córdoba se declaró libre y soberana reunida en una Asamblea de Representantes, integrada por compromisarios de las distintas jurisdicciones. El 21 de marzo de ese año, la provincia eligió a Bustos como gobernador de la provincia, cargo que asumirá el 24 de ese mes.

El primer gobernador constitucional “realizó una administración progresista e ilustrada de dimensiones civilizatorias notables, dada la época convulsionada en que vivía”, opina el historiador Roberto Ferrero (Breve historia de Córdoba, 1999).

Uno de los pilares de aquella acción “progresista e ilustrada” fue la adquisición y donación a la Universidad de Córdoba de la segunda imprenta; el primer taller de impresión se estableció en 1765 en el Colegio Convictorio Nuestra Señora del Monserrat, pero la prensa fue prácticamente abandonada después de la expulsión de los jesuitas en 1767.

La “Guerra tipográfica”

El dinero para la compra de la nueva prensa fue recaudado mediante una suscripción popular, a la que Bustos convocó a través de una proclama. “La imprenta reprime al despotismo, sostiene la libertad, y es el único camino de propagar las luces”, argumenta Bustos, citado por Héctor Olmedo Cortés (El Archivo del doctor Gregorio Funes, 1949).

“Así pudo el doctor Elías Bedoya, comisionado al efecto, adquirir de don Juan Nepomuseno Alvarez, y enviar inmediatamente al gobierno la imprenta más rica que había en Buenos Aires y Montevideo. El cargamento, que ocupaba tres carretas, llegó a Córdoba a fines de octubre de 1823, justamente con el criollo Joaquín Rodríguez, quien resulta ser el fundador del gremio, contratado por 30 pesos mensuales para desarrollar todas las funciones relativas a la imprenta y enseñar a los individuos que el gobierno tuviese a bien destinar a este ejercicio. Aún antes de recibirla, Bustos puso la imprenta a disposición de la Universidad”, cuenta Pablo Cabrera (La segunda imprenta de la Universidad de Córdoba adquirida por suscripción en 1823 bajo el gobierno del general d. Juan Bautista Bustos, 1930).

La llegada de la nueva prensa despertó una gran expectativa especialmente en la clase instruida. En una carta fechada el 23 de noviembre de 1823, Ambrosio Funes le adelanta a su hermano, Gregorio, el célebre deán del cabildo de la Catedral: “Está para hacerse uso de la Imprenta que aquí ha llegado. Temo que arme una guerra tipográfica sobre muchos puntos”. Estaba en lo cierto. Poco tiempo después, Ambrosio le cuenta a su hermano en otra carta:

[blockquote author=”Ambrosio Funes”]“Ya han salido dos periódicos de esta imprenta, el primero se titula El Investigador, atribuido a Baigorri: es cosa muy ordinaria y aún indecente por varios motivos. El otro es El Montonero, a pesar de su título no es tan despreciable: ataca al Investigador pero con moderación y poca libertad… Se atribuye a Corro, muy rival de Baigorri”.[/blockquote]

En otra carta, fechada el 19 de enero de 1824, Ambrosio tiene la ocurrencia de sugerirle a su hermano que considere la posibilidad de comprar una prensa a raíz del beneficio económico que podría obtener con ella. “Sabes que me ha ocurrido este pensamiento, y es que si te hicieras de dinero te podías venir aquí con una Imprenta. Me parece que se podría ganar mucho con ella”, escribe.

Facsímil en Juan Bautista Bustos, héroe y estadistas federal, El Copista

Fervor por el periodismo gráfico

El derecho a expresar las ideas mediante la prensa escrita se manifestó de manera casera bastante antes de la instalación de la segunda imprenta en Córdoba, por razones de naturaleza política.

A propósito, Agustín Pacheco menciona El Duende Americano, un periódico escrito a mano en los días de la Revolución de Mayo de 1810. La hoja se atribuye al deán Gregorio Funes, quien encuentra allí un medio para expresar sus ideas políticas. Pacheco, autor de El periodismo cordobés (1973), cuenta que el 7 de septiembre de 1820, Bustos señala que uno de los objetos de su gobierno es “una imprenta pública cuyos productos acrezcan los fondos de la Universidad y que provea a las escuelas de los libros y mamotretos análogos a su enseñanza”.

El Investigador, número uno

Efectivamente, el patriarca de la prensa escrita es el periódico El Investigador, cuyo primer número aparece el 21 de diciembre de 1823, redactado por el canónigo Estanislao Learte y fray Hipólito Soler. Inmediatamente, le sigue El Montonero, que sale el 30 de diciembre del mismo año, con estas palabras: “Nadie se asuste de verme, admire sí la nueva profesión de escritor con que me presento al público, sin negar la antigua de tanto espanto y horror a los patriotas cluecos”. Su director era un personaje público de la sociedad civil, el jurista y docente Juan Antonio Saráchaga.

“A partir de aquel instante, ambos periódicos se trenzan en ardorosas controversias. Desde luego que deslizan las consiguientes palabras de adhesión al gobierno de Bustos, pero esa actitud no impide que asuma cada uno la defensa vibrante de su posición ideológica”, comenta Agustín Pacheco en El periodismo cordobés.

Desde Mendoza llegaron algunos cuestionamientos hacia el ejercicio de la libertad de imprenta en la provincia gobernada por Bustos. El mismo Pacheco, cuenta: “El Eco de los Andes dirá con firme acusación, en 1825: ´… la prensa no es allí (Córdoba) absolutamente libre. No todos escriben, ni hay un papel que en contradicción diga algo ni sobre la revolución, ni sobre la intolerancia, ni sobre las medidas de gobierno, ni de la Sala. Qué son, Angeles? No tienen pasiones esos hombres?”.

A los periódicos El Investigador y El Montonero, le siguieron otros medios de prensa salidos de la segunda imprenta, familiarizados con lo que hoy en día podría clasificarse como periodismo político de opinión. Entre ellos están La Verdad sin Rodeos (1828), El Observador Eclesiástico (1824), El Pensador Político y Religioso (1825), El Cordobés y El Amigo del Orden (1833).

 

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